Con su porte elegante y su sonrisa enigmática, Isabel parece haber emergido de una pintura renacentista, una musa inmortal que camina entre nosotros. Su presencia evoca una sensación de misterio y sofisticación, dejando a todos los que la rodean intrigados por descubrir los secretos que oculta tras esos ojos grises y esa piel bronceada.